
La trémula brisa gelida me susurra al
oido un secreto, tan vacio, tan frio
como el eco de la muerte lejano
que nos persigue entre ramas.
No parece de noche pero casi
pretende ésta nacer, estamos en
un lugar indescubrible debajo del
cielo y su luz intermedio, un rayo
lívido de luz entre nubes magras.
No pasa nada, el silencio penetrante
nos sumerge en miradas que hablan,
tengo miedo, se escucha el latido
que proviene de adentro de mi, se
escucha tu respiracion minuciosa,
y siento miedo porque oscurece,
porque yace algo detras de todo,
detras de las verbenas y margaritas,
detras de las cerezas y la capa roja
que lleva la niña, la niña que vimos
pasar y dijeron que el lobo la atragantó.
Era su alma...
Todo va despacio, vamos despacio para
no hacer ruido al pisar las hojas secas
de un otoño mitad invierno, todo justo
en el intermedio, mitad color crepuscular
mitad rosa y pálido azul y creo que amanece
pero no veo el sol, creo que llueve y
daremos vueltas en la lluvia y creo
muchas cosas y de todas solo una es
real : Nos perdimos en este lugar
sin nombre. Y hay cosas que no tienen
nombre porque el hecho de adoptarle
uno se hace indescribible, no se le conoce,
y ya no importa como llamarle.
Seguimos caminando y de las flores
emerge un olor a rocio, a hierba buena, a
lavanda, a piel de mujer, un olor a flores
chamuscadas.
No nacemos, no morimos, me elevo, te
elevas, lento, paciente, como polvo
mágico,como cosa sin nombre, y
recuerdo que el camino para volver
a casa está lleno de luces, minusculas
luces que me inspiran paz, que me
hacen añorar este hermoso lugar.
Miro a mi lado para preguntarte si
regresamos, pero no estas, te desapareces
como estrella fugaz.
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