
Como picadura de hormiga la sientes
en tu cuello, primero tranquila con
susurros de pavor, con una obesa
respiracion y en tu muñeca algo
retiene tu circulacion.
Escuchas en ruido como silbido
de murcielago y entre tu cuello
la mordida de un vampiro, suave,
caliente, pierdes el sentido, la
carne te duele, quieres arrancarte
la piel.
Me da furia verte en condicion de
muerte, sentirte vagante por ahí,
y que nadie te respete.
Me da furia no tenerte.
Ve voy y vuelvo en semana de
diciembre cuando el frio no
es suficiente para terminarte.
Estas cerca del fogon que calienta
tus manos de colibrí, tus cabellos
de miel envueltos en un lazo de oro
y tu rostros con tela cerrado.
¿Qué te ha pasado? Te interrogo.
Nada. Me dices con timidez y
sin miradas.
El ambiente ceniciento de la cocina
opaca mis ojos para verte mejor,
una hilera de polvo se refleja con
la luz en la venta y me acerco.
Te observo bien y aun no creces
lo suficiente, aun no engordas lo
suficiente, aun no pesas lo suficiente,
estas vestida de otoño, levanto
tu rostro despacio para no desaparecerte,
te observo más bien y mi mano dejo
caer, vuelves a mirar abajo, me saco
el corazón. Doy media vuelta, caigo al
suelo y rechina la madera, se arruga mi
expresion, me sobresale el pasmo, una
lágrima, quiero morir, morir contigo.
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