
El rastro plateado de la
pálida Luna mancha mi
ventana, como un beso
en la mejilla de un niño.
Y yo sonrio, sin pestañear
la miro.
Me mimo al soñarla y quiero
nacer de nuevo, liviana como
pluma al viento.
Me detengo, creo que aun sueño
y en valle liquido de marea azul
le envio un beso.
Como perla debajo de la inmesidad
brilla en el corazón del mar.
De noche, casi de madrugada duerme
apaciguada, y cuando se asoma el
alba de rosa, en el cielo ella vive.
Su rastro paciente como suspiro en
invierno, su nota blanca, su beso
a mitad.
La miro desde abajo, un color de oro tiñe
el cielo, tan lejos, tan callado el mutizmo de
mis pensamientos.
Un rayito de tenue luz abraza la via lactea,
coleciona estrellitas que con la inocencia
del dia se apagan.
Entonces el cielo llora plumas azules.
Y atrás en el horizonte de sabor azucar
y de algodon, el cielo llora plumas azules.
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