Gritar, aveces, es necesario. Pero hoy soy muda.

viernes, 16 de julio de 2010

Miradas de Magdalena.


Livianas, arenosas y tropicales como las playas del caribe,
extrañando la dulce sabia de su flora y el color 
perdido de  la fauna.
Tiernas como la sonrisa del niño, como el platano,
como los lagos, como los peces en el.
Los del arecife y los corales fundidos en sus pupilas.

Parlantes de historias añejas, las pasadas, las del campo
de caña. Soñadoras del cielo y sus nubes, del arcoiris
y sus musas, 
probenientes de estrellas, lejanas, luminosas, lidiadoras
del universo.

La niña, la de sus ojos, timida, sonriente, turquesa o esmeralda
como el ambar, larimar, el jade o el cristal virgen
de sus playas.
Como las palmeras, sus cocos verdes, los de la canela,
los del jengibre y el dulce de leche.

Bañado en miel con pastel de maiz y el aroma de los genarios,
petunias, margaritas en las persianas de la cabaña.
Son ellas color crepusculo, del polo norte, de sabia materna
del barco que se ha hido.
Buscando un regreso y un olvido.

Son ellas, las de Magdalena, las parecidas al agua.
las de mi querer,
las de mi recuerdo,
el de mi alma.

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