De colores verdaderos era su esencia irrepetible, indivisible
su aliento a rosas recién florecidas.
cada Aurora su matiz pintaba de rosa pálido,
cuando las cortinas en los suspiros del viento volaban.
era cada mañana cuando Guada Lupe la despertaba.
En los montes de Hasuri cantaba la melodía del Sangari,
los cerezos sus moños ceñían y los leopardos
bajo palmas dormían.
Mansa su ternura en el alma, y su alma robada por
el jefe.
¡Que jefe tan cruel!, aquel que de su sangre hizo derramar.
¡Que señorita tan bella!, vestida niña y oro.
que vale mas su memoria que el oro de su piel.
La señora de hermosos ojos de ella velaba,
de enero a diciembre, ¡Que suerte la suya!
La suya señorita de primavera, de campos sutiles,
y mariposas enamoradas.
Que suerte que vivió en usted hasta la mañana
que la vi llorar.
¿ Que clase de humano irrumpe en el polen
recién nacido de una margarita?
rompiendo cada lágrima de sus mejillas,
dejando a flor de piel, la desdicha.
Que maravilla, fuese verle crecer sin dejar
en las bañeras su ADN, solo, perdido,
joven y seco.
era ella una niña cuando Guada Lupe
no estaba.
Corría en los pasillos turbulentos del castillo,
dejando su perfume en las alfombras.
solo es el comienzo de la historia, ahora,
sus venas pertenecen al masculino.
Es dueño de sus atributos, de sus uñas y
hasta sus moños. De las muñecas alrededor
de las almohadas y el suspiro de cada noche
antes de las diez.