
Me llevas y a dónde.
Tengo un vestido y zapatos azules,
el azul de su mirada, la mirada del
mar. Me detengo a respirar y a ver
rayas marinas y blancas, rojas y
pálidas, creyendo aun en los cuentos
de la buena suerte al tocar la camisa
de un marinero. Una flauta y el viento
en sus entrañas, hoy vuelvo.
Poseidon y sus aguas me recuerdan
la furia, la guerra, los delfines y
las caracolas que guardé. Sigo, pero
descalza sin miedo a tropezar, con
miedo a morir, morir de verdad
Y es que se puede morir de tantas maneras.
Está lejos y veo el sudor de su frente,
en mi mente las maniobras en busca
de mi alma, para supcionarla, tragarla
hacerla de sal, de arena, de conchas
y perlas.
Sus uñas arrancan de mi escamas,
como si pareciera yo un pez y
con los reflejos de Selene brillan al
fondo, al fondo del mar.
Sus labios se arriman a mi cuello,
un sístole después de un diástole
o al contrario pues lo tengo metido
en las arterias del corazón, lo aprieto,
lo sostengo, me elevo acariciando el
viento, sintiéndole cerca.
Rey de las olas con cualidades prepotentes,
con cosas a descubrir, con tesoros y leyenda
de piratas y cantos de sirenas.
Seré tuya, lo sé. Porque me tienes en un
caparazón como hipnotismo o magia, con
luces apagadas y con tu respiración un
beso.
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