
La Isla desconocida y un barquito de papel.
¿Lo recuerdas? siempre flotaba allá
a lo lejos, entre ondas y sonora cancion
infantil. Me encantaba escuchar esa
vocecita nuestra: "Habia una vez, un
barquito chiquitito". Que flotaba
solito, mientras a orillas saladas, yo
daba brinquitos.
El mar y el cristal incustrado en sus
arenas, que ame yo tantas veces
su aroma, su florecitas amarillas y
moradas. Cuando recogia caracolas
diminutas.
Mamá dice que las caracolas
se llevan consigo el recuerdo del mar,
su amado mar, el sonido de su interior.
Para mi, es solo un hueco vacio con
falta de armonia...
No tomé mucho en cuenta eso de las
caracolas, preferí sentarme a oler,
a mirar, a escuchar. Entonces una isla
ví, pequeña, rodeada de rosas silvestres
y de delfines enamorados, con la virginidad
pálida de sus arenas.
La isla que nadie, ni siquiera yo conocía,
que bello sería tu y yo en ella. Y la Luna
nos mira.
Construyendo castillos de arena, de
conchas y perlas, descubriendo antes
del alba que inaudito son los sueños.
Sin despertarme, dormir como ángel.
Sin hacer ruidos, apreciando el silencio
intenso de un crepusculo fresco, con sabor
a helados. Sintiendo de cerca el polen recien
nacido de las margaritas, y aun con alas que
no pensaban ser arrancadas jamás.
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