
A mares y noches.
Los fluidos salados y calientes se
deslizan suave por su piel, por su
cuello, por su espacio sideral entre
sus pechos, sus diminutos pezones
morados me recuerdan las uvas en
verano antes de ser secadas por el
sol. Parecen cristales de frágiles,
melocotones de suaves, colocados
justo a la perfección, ella y sus risos
salvajes se pasean por arenas frias, tiene
frio, me ha dicho abrigandose con sus
brazos. Vaga desnuda observando el
pácifico contando una historia en susurros,
-¿Qué piensas? Le pregunto.
Su mirada de estrella me dice mil cosas, y una
de ellas es la necesidad.
-En el faro. Me contesta.
Y mira la luna, sus pechos firmes señalan
el norte, el viejo horizonte de islas hundidas,
de mares y calaveras flotantes. Parece infierno
el mar en la oscuridad.
-¿Qué piensas?. Vuelvo a preguntar.
No dice nada, se sienta, reposa de su larga
caminata.
acto seguido de su ombligo saca una estrella,
pero marina, de su pelo caracolas y florecitas
amarillas. De ella emerge un olor extraño,
como a sudor y a nueces de palmeras, ella
es virgen como la naturaleza que la rodea.
Ella se queda allí y yo a su margen, esperando
a Poseidon. Pero aun me pregunto, si ya
tienes agua ¿ para qué quieres el mar?.
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